lunes, 21 de diciembre de 2009

cruces y rayas = mafias y mujeres explotadas.

Al añadir el juego del tres en raya, queremos concienciaros de que la mayoria de las veces ganan las mafias en este caso representado con cruces ya que son las que se localizan en el centro controlándolo todo y disminuyendo las posibilidades de los circulos (mujeres) para ganar esta batalla.

Las Gheisas


Las geishas se originaron como profesionales del entretenimiento; originalmente la mayoría eran hombres. Mientras las cortesanas profesionales brindaban entretenimiento sexual, las geishas usaban sus habilidades en distintas artes japonesas, música, baile, y narración.

Tradicionalmente, las geishas comenzaban su entrenamiento a una corta edad. Algunas jóvenes eran vendidas a las casas de geishas en su niñez, y comenzaban su entrenamiento en varias artes tradicionales casi inmediatamente.

Durante su niñez, las geishas a veces trabajaban como criadas o asistentes de las más experimentadas, y luego como aprendices de geisha durante su entrenamiento

Las geishas modernas aún viven en tradicionales casas de geisha llamadas okiya en áreas denominadas hanamachi, generalmente durante su aprendizaje, pero muchas geishas experimentadas eligen vivir en sus propios apartamentos.

Las geishas son contratadas para asistir a fiestas y encuentros, tradicionalmente en casas de té o tradicionales restaurantes japoneses. Su tiempo es medido según lo que se demora en consumirse un palo de incienso. El cliente hace el convenio a través del sindicato de geishas que mantiene el horario de cada geisha y hace sus citas de entretenimiento o entrenamiento.

Tradicionalmente, la geisha debe mantenerse soltera (o retirarse después del matrimonio), aunque no es poco común que tengan hijos. Mientras que los compromisos generalmente incluyen coquetear e incluso bromas sugerentes (no obstante codificados en maneras tradicionales), nunca incluyen actividad sexual, y una geisha no es pagada por sexo, aunque algunas pueden elegir tener una relación que incluya el sexo con algún cliente fuera de su rol como tal. Y debido a que estas relaciones están vinculadas con la capacidad del cliente de pagar por los servicios tradicionales, el argumento puede ser que es simplemente una manera complicada de prostitución.

Fue tradicional para las geishas tener un danna, o cliente habitual. Un danna era generalmente un hombre adinerado, algunas veces casado, que tenía recursos para financiar los costos del entrenamiento tradicional de la geisha y otros gastos considerables.

Se especula sobre la venta de la virginidad de las geishas y de su cuerpo a un solo cliente (hasta que el danna se cansara y entonces se buscaría otro), algo que era usual.

El maquillaje tradicional de las aprendices de geisha consta de una base blanca (originalmente hecha con plomo), el uso de lápiz labial rojo y adornos rojos y negros alrededor de los ojos y cejas.

Después que una geisha ha trabajado durante tres años, cambia su maquillaje a un estilo más apagado. La razón es que se ha vuelto más madura, y el estilo simple la muestra en su belleza natural. Para ocasiones formales la geisha madura aún utiliza maquillaje blanco. Para las geishas sobre treinta años, el maquillaje blanco es utilizado solo en bailes especiales que lo requieren.

Se pintan las nucas con dibujos, ya que para los japoneses la nuca equivale lo que para las personas de occidente son las piernas de una mujer.

miércoles, 16 de diciembre de 2009

Prostitución en Palestina



La prostitución, el tabú más infame de Palestina


Es palestina, se la conoce por A -el anonimato obliga- y tiene 23 años y tres hijos. Cuando era una niña, fue maltratada y violada por su padre. A los 16 años, la obligaron a casarse con un hombre que la trató peor. Tras varias palizas y violaciones, en Jerusalén Este le ofrecieron trabajo en una aldea drusa del norte. Allí conoció a una mujer que se convirtió en su 'madame'.

"Durante ocho meses trabajé en la prostitución", explica A. "Una vez que no quise servir a un cliente, la 'madame' llamó a mi padre. Cuando me enteré de que venía, me quise suicidar, pero él me atrapó. Me llevó a casa, me desnudó y me pegó hasta que me desmayé. Al final conseguí escapar y ahora estoy en un centro de mujeres maltratadas".

Es su testimonio recogido por Sawa, una organización que asesora a las víctimas de la violencia. Su informe, patrocinado por la ONU bajo el título 'Todas las mujeres juntas hoy y mañana', rompe el silencio que protege un tabú en la sociedad palestina: la prostitución.

Decenas de mujeres se ven obligadas a vender su cuerpo en burdeles, hoteles y casas de Cisjordania y Jerusalén Este. O exportadas a Israel. Niñas de 12 años o mujeres de 40. La edad es lo de menos. Lo de más, el código del silencio. Todos lo saben, todos se callan. Un método habitual es contratar a las mujeres para labores de limpieza que en realidad camuflan servicios sexuales.

'¡Claro que existe!'

El primer informe que refleja la prostitución y el tráfico de mujeres de la sociedad palestina incluye relatos de prostitutas, hoteleros, policías, taxistas y abogados. Jalal Khader, portavoz de la organización Sawa, admite: "No se quiere hablar de este tema y se dice que no existe. ¡Pero claro que existe! Necesitamos otro informe más amplio para detallar sus dimensiones y la forma de combatirlo". Exige a la Autoridad Nacional Palestina que "reconozca la existencia de la prostitución y actúe urgentemente declarándola violencia sexual".

Algo en lo que no estará de acuerdo la proxeneta palestina que regenta cuatro burdeles en Jerusalén Este. Permite a sus chicas visitar de vez en cuando sus casas, pero las amenaza por si se les ocurre no volver. Una esclavitud moderna. Los clientes pagan en función de la belleza y experiencia de la mujer, aunque la media oscila en torno a los 300 shekels, unos 50 euros.

Máxima discreción. Tanto por la naturaleza del negocio como por el entorno social, patriarcal y religioso. Sorprendentemente, muchas de las palestinas que ejercen la profesión más antigua del mundo son universitarias y de familias acomodadas. Hay también escolares de la zona de Ramala. "La mayoría ha sufrido violaciones y maltratos de sus padres y ha caído en la prostitución tras intentar escapar de casa", afirma Khader.

Muchas pasaron por el 'urfi', la unión matrimonial sin contrato oficial. Como S y A, dos hermanas de 18 y 19 años de Hebrón que fueron vendidas por su padre cuando eran más pequeñas. Su matrimonio suele durar dos o tres meses, hasta que el padre acaba obligándolas a divorciarse tras ganar el dinero pagado por el marido, quien por otra parte ha disfrutado de la joven esposa. Un eufemismo de prostitución.

Ciudad llena de prostíbulos

S relata: "Me casaron a los 12 años a través del 'urfi'. Me escapé de mi último casamiento cuando la mujer de mi marido se enteró de que yo estaba embarazada. Quiso quemarme. A mi bebé lo pusieron en una guardería de Bet Jalah y no lo he vuelto a ver".

Una situación similar se vive en A Ram, otra localidad palestina. F es una mujer de 52 años que tiene dos apartamentos donde chicas de Ramala y Nablús ejercen la prostitución. Ella misma fue obligada a casarse a los 14 años y fue violada por el marido de su hermana. El trabajo de 'madame' mantiene en la actualidad a su familia. Su esposo no pone objeciones y su único sacrificio es salir de casa cuando viene un cliente.

El conflicto israelí-palestino adquiere tonos surrealistas cuando se escucha el testimonio de un hotelero en la zona: "Una chica de Nablús estuvo en mi hotel durante un mes. Dijo que era enfermera, pero descubrimos que trabajaba de prostituta en una colonia israelí en Jerusalén Este. Esta ciudad está llena de casas de putas".